sábado, 5 de octubre de 2013

Amigo!

No puedo darte soluciones para todos los problemas de la vida, ni
tengo respuestas para tus dudas o temores, pero puedo escucharte y
buscarlas junto contigo.

No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro, pero cuando me necesites
estaré junto a ti.

No puedo evitar que tropieces, solamente puedo ofrecerte mi mano
para que te sujetes y no caigas.

Tus alegrías, tus triunfos y tus éxitos no son míos, pero disfruto
sinceramente cuando te veo feliz.

No juzgo las decisiones que tomas en la vida, me limito a apoyarte,
a estimularte y a ayudarte si me lo pides.

No puedo trazarte límites dentro de los cuales debes actuar, pero te
ofrezco el espacio necesario para crecer.

No puedo evitar tus sufrimientos cuando alguna pena te parta el
corazón, pero puedo llorar contigo y recoger los pedazos para
armarlo de nuevo.

No puedo decirte quién eres ni quién deberías ser, solamente puedo
quererte como eres y ser tu amigo.

En estos días oré por ti... En estos días me puse a recordar a mis
amistades más preciosas.
Soy una persona feliz: tengo más amigos de lo que imaginaba. Eso es
lo que ellos me dicen, me lo demuestran. Es lo que siento por todos
ellos.

Veo el brillo en sus ojos, la sonrisa espontánea y la alegría que
sienten al verme. Y yo también siento paz y alegría cuando los veo y
cuando hablamos, sea en la alegría o sea en la serenidad, en estos
días pensé en mis amigos y amigas y, entre ellos, apareciste tú.

No estabas arriba, ni abajo ni en medio. No encabezabas ni
concluyes la lista. No eras el número uno ni el numero final. Lo
que sé es que te destacabas por alguna cualidad que transmitías y
con la cual desde hace tiempo se ennoblece mi vida.

Y tampoco tengo la pretensión de ser el primero, el segundo o el
tercero de tu lista. Basta que me quieras como amigo. Entonces
entendí que realmente somos amigos.

Hice lo que todo amigo: Oré... y le agradecí a Dios por ti.


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